Humildad para Ayudar

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AYÚDAME Y TE HABRÉ AYUDADO

He muerto y he resucitado, con mis cenizas un árbol he plantado, su fruto ha dado y desde hoy algo ha empezado…” Cada vez que realizamos un acto solidario por otra persona, sin importarnos sexo, edad, raza, religión o sus creencias, la recompensa que se origina es en ambos sentidos. La otra parte recibe nuestra ayuda, y nosotros nos recibimos a nosotros mismos, porque esta acción nos conecta directamente con nuestro Ser más puro, la esencia de quienes somos realmente, nuestra propia identidad que nos hace a cada ser humano único e irrepetible.

La identificación de uno de los principios de vida más necesarios se establece cuando ayudamos a otra persona de manera anónima, incluso sin que se entere que fuimos nosotros. Se habla de ello como el mayor gesto de humildad. Este principio nos hace tener los “pies en la tierra”, la propia palabra nos lo dice ya que deriva del latín “humus” (suelo), para relacionarnos con las demás personas. Nos necesitamos los unos a los otros, todos somos uno, y sin humildad lo único que vamos a lograr es aislarnos y encerrarnos solos contra nuestra mente; nuestra perdición.

Las personas más humildes, y no me refiero al estatus social y económico, sino al de valores, nunca van a decir que lo son. Actúan desde la discreción y la modestia, simplemente se muestran como tal a través de sus actos. Nuestra calidad como seres humanos no se mide por lo que decimos, sino por lo que hacemos; y ayudar a los demás sin querer lucir ni buscar que nos reconozcan es un gesto extraordinario con beneficios para todas las partes. La humildad no se cuenta ni se tiene, sino que se vive y se siente. La humildad no hay que forzarla, fluye sola desde el Ser.

Aquellos que son capaces de reconocer lo que no les funciona, toman la decisión de cambiarlo actuando de forma diferente a como lo estaban haciendo anteriormente, piden opinión a otras personas para que les den su punto de vista desde la buena voluntad (seguramente no les dirán lo que quieren oír, pero sí lo que necesitan escuchar), y empiezan a poner acción apoyándose en las “3P” (Pasión, Perseverancia y Paciencia) van a conectar con la humildad más auténtica. Es tan humilde estar para los demás como permitir que los demás estén para nosotros.

La humildad es la clave para alcanzar cualquier objetivo y lograr cambios exitosos. Apoyarse en las personas de confianza del “equipo de vida” (el cual siempre está 24/7), antes de tomar decisiones trascendentes, es un gesto enriquecedor tanto para quién pide ayuda como para quién la da. Se activa el ciclo de la abundancia por el que todas las partes aprenden, se fortalecen y crecen a nivel espiritual. No empeñarse en hacer solos el maravilloso “camino” de la vida, ya que solos puede que lleguemos antes; pero acompañados, seguro que llegaremos más lejos.

Hoy más que nunca, el mundo actual necesita vivir con humildad, fuera de comportamientos y actitudes individualistas y egoístas, renunciando al orgullo y a la terquedad. Es necesario un ambiente fraternal de ayuda mutua para motivarnos los unos a los otros, todos unidos y ninguno solo. La vida nos sostiene más firmemente cuando vamos juntos. No estamos en este mundo para competir, sino para compartir. Solo no sé ni puedo, pero junto a vosotros, seguro que sí voy a poder “…hoy he soñado, en otra vida, en otro mundo, pero a tu lado…